Me sumerjo en el verano para empaparme de él, hasta que los días sean cortos de nuevo.
SALUD

domingo, 22 de mayo de 2011
martes, 10 de mayo de 2011
Reflejo

por los adoquines llenos
de charcos, mi reflejo
adoptaba las formas
más inverosímiles.
Las ondas que mis pies creaban en el agua distorsionaban la imagen, que a cada paso se envolvía sobre si misma, desvelando expresiones
y fijándolas de inmediato.
Según iba caminando
las imágenes creadas por
las ondas, quedaban atrapadas en el interior del charco donde se habían creado, dejándome una extraña
sensación de ligereza de lo más gratificante.
En el último charco que me encontré, ya no se veía mi reflejo, las ondas
se movían con toda libertad desde el centro a los extremos.
domingo, 8 de mayo de 2011
La altura de las circunstancias
Protagonístas:
- El administrador: Hombre de avanzada edad, con gran paciencia y dotado de un indudable don de gentes, amigo del diálogo, que no escatima esfuerzos a la hora de llegar a acuerdos positivos para todos.
-La hija: Mujer de mediana edad y carácter tranquilo, con gran capacidad para amoldarse a las circunstancias.
-La vecina: Mujer madura y ruda, con escasa capacidad para el diálogo y un rico vocabulario soez, que no duda en emplear en todo momento.
Prólogo:
Años de ardua labor, en las que el administrador hace funciones de presidente conciliador de la pequeña comunidad de vecinos, llevan a un estado de frustración al paciente hombre, incapaz de hacer razonar a la vecina del 1º. Encontrándose en situaciones propias de un guión de Almodovar, cada vez que tiene que tratar con dicha vecina, su delicado corazón sufre las consecuencias.
Primer acto:
La llegada a casa de su padre al borde del colapso, pone en pie de guerra a la hija de este, que, aunque tranquila, goza de una mala leche excepcional. Decidida a acabar con el atropello al que su padre se ve sometido a causa de la viperina lengua de la vecina del 1º, pide a su progenitor que le explique el tema a tratar para hacerse cargo de él. Dudando de que lo consiga, el hombre le cuenta que se trata de una factura, de las muchas que debe la susodicha, que se tiene que abonar a los operarios que hicieron el arreglo y que esta se niega a pagar.
Segundo acto:
Factura en mano, la hija, llama a la puerta de la vecina del 1º. Como no puede ser de otra manera, esta abre haciendo gala de su inagotable verborrea y su capacidad para comunicarse mediante el grito. Sin despeinarse siquiera, la hija avanza dos pasos, se sitúa cara con cara con la acalorada vecina y comienza ha dirigirse a ella en el mismo tono y vocabulario que esta, haciendo uso de se gran habilidad para amoldarse a las circunstancias. Después de cinco minutos de sonoros chillidos y descalificaciones, la vecina parece reaccionar, y baja el volumen de la voz atendiendo las explicaciones de la hija y llegando a un eventual acuerdo, del que esta, no se fía demasiado.
Tercer acto:
Pasadas dos horas de la agradable conversación mantenida entre las dos mujeres, la vecina llama al timbre de la puerta, y la hija la recibe. Un cambio claramente perceptible en el tono, volumen y contenido de las palabras de la vecina, llevan a un compromiso de esta para abonar sus facturas y mensualidades pendientes, concretando fecha para el día siguiente.
Acto final:
Al siguiente día, el administrador comprueba que la vecina del 1º ha abonado todas las cuentas pendientes con la comunidad. Felicita a su hija por la buena resolución del conflicto, sin preguntar como consiguió que razonara tan ruda mujer. La hija se limitó a decirle que con la vecina del 1º, desde ahora, trataría ella.
- El administrador: Hombre de avanzada edad, con gran paciencia y dotado de un indudable don de gentes, amigo del diálogo, que no escatima esfuerzos a la hora de llegar a acuerdos positivos para todos.
-La hija: Mujer de mediana edad y carácter tranquilo, con gran capacidad para amoldarse a las circunstancias.
-La vecina: Mujer madura y ruda, con escasa capacidad para el diálogo y un rico vocabulario soez, que no duda en emplear en todo momento.
Prólogo:
Años de ardua labor, en las que el administrador hace funciones de presidente conciliador de la pequeña comunidad de vecinos, llevan a un estado de frustración al paciente hombre, incapaz de hacer razonar a la vecina del 1º. Encontrándose en situaciones propias de un guión de Almodovar, cada vez que tiene que tratar con dicha vecina, su delicado corazón sufre las consecuencias.
Primer acto:
La llegada a casa de su padre al borde del colapso, pone en pie de guerra a la hija de este, que, aunque tranquila, goza de una mala leche excepcional. Decidida a acabar con el atropello al que su padre se ve sometido a causa de la viperina lengua de la vecina del 1º, pide a su progenitor que le explique el tema a tratar para hacerse cargo de él. Dudando de que lo consiga, el hombre le cuenta que se trata de una factura, de las muchas que debe la susodicha, que se tiene que abonar a los operarios que hicieron el arreglo y que esta se niega a pagar.
Segundo acto:
Factura en mano, la hija, llama a la puerta de la vecina del 1º. Como no puede ser de otra manera, esta abre haciendo gala de su inagotable verborrea y su capacidad para comunicarse mediante el grito. Sin despeinarse siquiera, la hija avanza dos pasos, se sitúa cara con cara con la acalorada vecina y comienza ha dirigirse a ella en el mismo tono y vocabulario que esta, haciendo uso de se gran habilidad para amoldarse a las circunstancias. Después de cinco minutos de sonoros chillidos y descalificaciones, la vecina parece reaccionar, y baja el volumen de la voz atendiendo las explicaciones de la hija y llegando a un eventual acuerdo, del que esta, no se fía demasiado.
Tercer acto:
Pasadas dos horas de la agradable conversación mantenida entre las dos mujeres, la vecina llama al timbre de la puerta, y la hija la recibe. Un cambio claramente perceptible en el tono, volumen y contenido de las palabras de la vecina, llevan a un compromiso de esta para abonar sus facturas y mensualidades pendientes, concretando fecha para el día siguiente.
Acto final:
Al siguiente día, el administrador comprueba que la vecina del 1º ha abonado todas las cuentas pendientes con la comunidad. Felicita a su hija por la buena resolución del conflicto, sin preguntar como consiguió que razonara tan ruda mujer. La hija se limitó a decirle que con la vecina del 1º, desde ahora, trataría ella.
miércoles, 4 de mayo de 2011
Sobrevivir en la jungla.

Cuando llegué al lugar de partida, mis amigos ya se marchaban del bar. Había tardado cuarenta minutos en ir a mear.
lunes, 2 de mayo de 2011
Atrapada

Dio dos o tres vueltas tratando de coger postura, pero nada, ya se había desvelado y por más que lo intentó no cogió de nuevo el sueño. Se quedó unos instantes mirando el techo y decidió entrar al bar.
Bajó del coche y se estiró mientras giraba sobre si misma reconociendo el terreno. Frente a ella estaba la estación de servicio y a su derecha había una caseta que parecían los lavabos. Se dirigió a ellos para mojarse la cara antes de tomar algo. Cuanto más caminaba más lejanos parecían. Al llegar hasta ellos tenía la impresión de haber caminado mucho tiempo y se volvió a mirar la distancia que había recorrido, que parecía más corta. Le pareció extraño, pero como se acababa de despertar no le dio más importancia, y lo achacó a su cansancio.
Había dos puertas, ninguna tenía cartel y optó por entrar en la de la izquierda. Estaba oscuro y la luz del exterior no dejaba ver con claridad. Revisaba la pared buscando el interruptor, cuando las luces se encendieron solas. Era una sala alargada en la que sólo se veía una puerta al fondo, ni espejos, ni lavabo. Se apresuró a entrar por ella, pues con el frío de la noche le habían entrado ganas de orinar. Al traspasarla, esta se cerró tras ella. Otro espacio tan desierto como el anterior, que tan sólo contaba con una pequeña ventana, similar a un ojo de buey. Forcejeó con la puerta intentando abrirla y no fue capaz. Empezaba a inquietarse y miró por el ventanuco buscando otra manera de salir. Parecía un conducto de ventilación, pues entraba aire fresco por él, pero no veía la salida. La situación estaba acabando con su paciencia y comenzó a gritar pidiendo auxilio. Pasados veinte minutos sin respuesta, decidió meterse por el tubo e intentar salir por su cuenta.
Ya llevaba largo tiempo reptando por el interior del tubo, cuando se iluminó la estancia. Se sorprendió al ver que este era transparente y dejaba al descubierto un enorme espacio lleno del largos cilindros cristalinos, como si fuera un hormiguero gigante. No entendía donde narices se había metido, pero retroceder era complicado por la estrechez del tubo, que le obligaba a arrastrarse con dificultad. Se volteó como pudo para inspeccionar lo que había recorrido y sólo veía oscuridad, negra y fría. Sintió un tremendo pavor, pues parecía que esa oscuridad se acercaba a ella. Reptaba sin descanso con la esperanza de salir de allí.
Por el cilindro que se encontraba bajo ella, vio pasar a otra persona arrastrándose a toda velocidad y tras ella una negra sombra se deslizaba por el tubo. Volvió la mirada y entonces lo comprendió, esa oscuridad la perseguía y su miedo estaba justificado. Presa del pánico empezó a avanzar más rápido, sus pulmones al borde de la extenuación y su pulso a todo ritmo. No podía ni pensar cuando sintió un frío intenso en los pies y se dio cuenta de que la sombra la había alcanzado, mareada por la tensión los músculos se aflojaron y unas manos le tocaron la cabeza.
El movimiento y la voz familiar hizo que despertara. Abrió los ojos y se incorporó de golpe respirando a toda velocidad y con el corazón latiendo desbocado. Antes de que se diera cuenta sus hermanos se instalaron en el coche y este se puso en marcha. Era un sueño...
Se relajó y cerró de nuevo los ojos apoyando la cabeza en el cristal.
Le extrañó no sentir el movimiento del coche y al abrir los ojos de nuevo se percató de que el cristal donde apoyaba la cabeza era el del tubo donde estaba prisionera...
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